Los cómplices
Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.
*El poeta chileno falleció ayer, 25 de abril, en Santiago. Este poema suyo me gusta mucho. Fue leerlo y hacerlo mío. Me lo apropié. Una en la poesía también, y sobre todo, busca comprensión (y consuelo). También identificarse para conocerse; conocerse para entenderse; entenderse para quererse, claro que sí. Y para verse venir y a veces, incluso, hasta para echarse las cartas, por supuesto. Pero sobre todo comprensión (propia y del mundo). Supongo que todos vivimos un poco en esa lucha entre alentar a nuestras rebeliones internas, a nuestras "milicias secretas", y silenciarlas, tranquilizarlas, evitar que nos compliquen la vida en exceso. Hay dolores y alegrías y otras cosas que nos pasan a las que no nos atrevemos a poner nombre porque asustan, porque identificarlas plenamente podría obligarnos a cambiar de rumbo y eso siempre da miedo. Mucho miedo. Pero me gusta pensar, como leo en este poema, que en el fondo no podemos huir de lo que somos, porque aquí o allí siempre estarán nuestros cómplices para recordárnoslo. Nuestros cómplices reales, cercanos, conocidos, y también los que intuímos que pueden ser o los que soñamos que sean (aunque a veces, cuando uno desea mucho algo, soñar e intuir se convierten casi casi en la misma cosa). No sé si Gonzalo Rojas habla de esto en este poema. Bueno sí, seguro que de esto también: en realidad todos hablamos constantemente de cómo no traicionarnos a nosotros mismos (y también de cómo hacerlo, aunque esto nos guste menos). En cualquier caso, le agradezco mucho su consuelo y sus palabras. Que descanse en paz (o como él quiera).
Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.
*El poeta chileno falleció ayer, 25 de abril, en Santiago. Este poema suyo me gusta mucho. Fue leerlo y hacerlo mío. Me lo apropié. Una en la poesía también, y sobre todo, busca comprensión (y consuelo). También identificarse para conocerse; conocerse para entenderse; entenderse para quererse, claro que sí. Y para verse venir y a veces, incluso, hasta para echarse las cartas, por supuesto. Pero sobre todo comprensión (propia y del mundo). Supongo que todos vivimos un poco en esa lucha entre alentar a nuestras rebeliones internas, a nuestras "milicias secretas", y silenciarlas, tranquilizarlas, evitar que nos compliquen la vida en exceso. Hay dolores y alegrías y otras cosas que nos pasan a las que no nos atrevemos a poner nombre porque asustan, porque identificarlas plenamente podría obligarnos a cambiar de rumbo y eso siempre da miedo. Mucho miedo. Pero me gusta pensar, como leo en este poema, que en el fondo no podemos huir de lo que somos, porque aquí o allí siempre estarán nuestros cómplices para recordárnoslo. Nuestros cómplices reales, cercanos, conocidos, y también los que intuímos que pueden ser o los que soñamos que sean (aunque a veces, cuando uno desea mucho algo, soñar e intuir se convierten casi casi en la misma cosa). No sé si Gonzalo Rojas habla de esto en este poema. Bueno sí, seguro que de esto también: en realidad todos hablamos constantemente de cómo no traicionarnos a nosotros mismos (y también de cómo hacerlo, aunque esto nos guste menos). En cualquier caso, le agradezco mucho su consuelo y sus palabras. Que descanse en paz (o como él quiera).
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