viernes, 8 de abril de 2011

un fragmento de "montaigne" de stefan zweig*


Tu yo no puede ensalzar ni denigrar nada excepto a ti mismo: ni siquiera a la presión exterior más fuerte le resulta fácil neutralizar a quien se mantiene interiormente firme y libre. Siempre, pero sobre todo cuando el individuo vea amenazadas su paz interior y su libertad, la palabra y el sabio consejo de Montaigne serán un alivio, pues nada nos protege más en una época de confusión y de bandos opuestos que la lealtad y el humanismo. Basta una hora, o media, con su libro para encontrar una palabra correcta y alentadora. Siempre y cada vez, lo que él dijo hace siglos sigue siendo cierto y válido para todo aquel que luche por su propia independencia. A nadie debemos estar tan agradecidos como a aquellos que, en una época tan inhumana como la nuestra, fortalecen el elemento humano que hay en nosotros; a aquellos que nos exhortan a no renunciar a lo único indeleble que poseemos, nuestro yo más íntimo, a pesar de todas las presiones y obligaciones externas, temporales, estatales o políticas. Pues sólo aquel que se mantiene libre frente a todo y a todos, conserva y aumenta la libertad en la tierra.



*Zweig se reencontró por azar en su exilio en Brasil con los Ensayos de Montaigne. Ya los había leído de joven sin que le impresionaran en exceso, tal y como él mismo explica. Es entonces, al final de su vida y de sus fuerzas, cuando se identifica plenamente con el autor francés. Zweig se suicidó en Petrópolis el 23 de febrero de 1942 mientras trabajaba en este libro, que dejó sin concluir. Desesperado por el futuro de Europa y de su cultura, convencido de que el nazismo se extendería por todo el planeta, dejó escrito esto en su carta de despedida: Saludo a todos mis amigos. ¡Ojalá alcancen aún a ver la aurora tras la larga noche! Yo, demasiado impaciente, parto antes que ellos.


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