Animal de invierno
Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.
Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.
Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.
He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.
*la imagen del cristal de hielo la he tomado prestada de aquí. Hace algo más de una hora caían en mi ciudad copos de nieve bien gordos, pero ahora ya solo cae eso tan tristón que por aquí se llama agua-nieve (supongo que haberlos podido ver y tocar son algunos de los pequeños privilegios del madrugador)
2 comentarios:
Muy descriptiva, querer que nos abargue el olvido por un tiempo, volver a la madre, al origen y ser parte de él.
Es curioso, la última vez que estuve en Logroño también caía aguanieve...
Un abrazo calorífico.
me alegra que te guste el poema miguel ángel
logroño es mucho de aguanieve, sí :)
muchas gracias por pasarte por aquí
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