lunes, 23 de enero de 2012

dos fragmentos de orient express, de john dos passos



Hace algunos años solíamos soñar con un diáfano viento originado en Asia que barriera de nuestras ciudades esas Cosas que se han erigido en nuestros dioses -las chucherías, los jarrones, las tiras de papel impreso, los rieles de cortinas o los artículos fabricados en serie-, esa remilgada posesión de cachivaches, responsable de las diferencias entre ricos y pobres, que constituye la única recompensa otorgada por nuestra civiliación y la razón final por la que luchamos hasta consumir el cuerpo y la mente. Así pues, ese bípedo erecto y desnudo que en su origen era el hombre, ha pasado a convertirse en una especie de cangrejo ermitaño incapaz de sobrevivir sin su caparazón, consistente en una densa amalgama de esmóquines, limusinas, coladores, cupones canjeables, batidores de huevos y máquinas de coser; en suma, cuanto más densa es esa coraza, menos autosuficiente es el individuo y más probabilidades tiene, en cambio, de alzanzar la consideración de hombre rico y poderoso.


(...)


Pero el sol de nuestra generación ha estallado en mil pedazos y su quebrada luz llamea en bandas de inquietantes colores. Sube al tren, en Florida están vendiendo la felicidad en parcelas de un acre. Así pues, debemos continuar viajando a través de los continentes, ensordecidos siempre por el estruendo de las ruedas y por el rugido del motor de los aviones, para revolcarnos en todos los mares con el olor del aceite recalentado en la nariz y el latido de las máquinas en la sangre. Y de toda esa Babel de ciudades apiladas unas sobre otras y de continentes sobre continentes, de ese mundo exprimido hasta la última gota o estirado a nuestro antojo, elástico como una pelota de goma nueva, ¿qué sacaremos en limpio? Paz, desde luego, no. Ésa es la razón por lo que en esta época de gigantescas máquinas y hombres de mente escurridiza es imprescindible contar con un poco de música. Necesitamos que los hijos de Homero hagan resonar el tumultuoso aullido del mundo a un ritmo más humano, ayudándonos así a superar el miedo.

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