miércoles, 14 de marzo de 2012

varios fragmentos del cuaderno de escritura de carlos pujol



10
Se escribe para oír la música de dentro.

22
Dos formas de subvertir la realidad: la poesía y el humor.

43
El único tema es uno mismo, deformado y manifiesto como en una caricatura.

45
Hay voces y tonos que arrastran al lector, y otros que le aburren, y eso desde las primeras páginas. Una parte del secreto está en la habilidad, el oficio, pero lo principal es que se nos habla de nuestros sueños o no.

71
No hay que ser comprensivo o tolerante con lo que uno mismo escribe.

72
No se podía mostrar la intimidad sin que se inventase el disfraz de la literatura.

79
La literatura es o debería ser un arte, pero tiene también una función secundaria asistencial: consuela de la vida, primero al autor y luego a los lectores.

82
Publicar significa olvidarse del libro, que deja de ser propio. Cualquier insistencia en la memoria es malsana, cualquier jactancia o moroso regodeo, una ridiculez. Hay que tener respeto por lo que ya es de los demás.

94
Escribir es disconformidad, no estar de acuerdo.

100
LEER Y ESCRIBIR

(...)

La realidad hace lo que puede por estar a la altura de los grandes libros, se transforma hábilmente para reproducir sus apariencias, pero siempre queda por debajo de los modelos (...) De ahí que los lectores empedernidos estén aquejados de una incurable nostalgia del libro; que vivir les parezca un oscuro amasijo de cosas que nos pasan, pero que apenas despiertan nuestro interés, mientras que lo que no ha sucedido a nadie puede apasionarnos como la verdad más honda.

La vida, vista a través del espejo deformante y maravilloso de la letra impresa, es un fenómeno de la civilización que genera una extraña doblez -estar aquí y al mismo tiempo muy lejos, aparentar una sola vida como los demás, y tener muchas- y que no deja de asombrarnos. Unos signos convencionales sobre el papel abren todas los caminos de la imaginación (...) A escala humana, es como una posibilidad soñada de infinito, quizá porque la literatura es todo lo contrario de como suele llamarse a la política, es el arte de lo imposible.

Las imágenes empapan los ojos y, su repetición, necesariamente mecánica sugiere un horrible fatalismo, ahora que la televisión y los videosistemas parecen querer abolir la memoria, machacando y estropeando recuerdos visuales con su facilidad reproductora, deberíamos apreciar más que nunca el santuario de la lectura, siempre distinta y siempre obligándonos a imaginar las cosas; obligándonos a ser nosotros mismos según los impulsos interiores que nos guían, obligándonos a ser libres.

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