jueves, 6 de octubre de 2011

las cosas (y esas cosas)*





*Pues que andaba yo pensando en las cosas. Las cosas, que resulta que a veces son lo más, como partes casi físicas de nosotros mismos, y otras, sin embargo, pues nos resultan poco importantes o al menos no tanto como podría parecer. Un ejemplo. El jueves (hace justo ahora una semana, en la que también he padecido fiebre y otras desventuras... sí, sí, voy cubierta de gloria amiguitos) me robaron mi ordenador personal con un montón de textos, fotografías (ninguna como la de Scarlett ni como la de Berto, gracias adiós), proyectos varios, poemas (y lo que no son poemas) inéditos etc. etc. etc. ... y un montonazo de documentos del trabajo y también detalles y pequeños regalos internáuticos y muchos más asuntos en los que no quiero ni pensar ni entretenerme porque sufro (y os estoy contando lo contrario). Todo eso. Lo que viene siendo una señora violación de mi intimidad en toda regla (eso sí que es violar la intimidad de alguien y no que el facebook permita que mis amigos vean que algunas veces escucho, qué sé yo, a María Jiménez en el Spotify, que seguramente también, vaya, pero que no es para tanto). Total, que un disgustazo (¡como para no! ¿y no tenías copia de seguridad? norl, norl, norl de todo ni de casi nada, ¡pero estás boba! sí sí sí y un millón de veces sí, boba hasta el fin, como delfín). Bien. Pero al final el drama no ha sido para tanto. Sigo. Las cosas. Osea, que estas cosas no eran para mí tanto tantísimo como podía parecer o también puede ser que haya alguna otra cosa mucho más importante, tanto, tanto, que ha conseguido que me olvide de todas esas. Y sí. La hay. Y va creciendo poquito a poquito (y desde luego que no es una cosa).


Retomo. Las cosas. Que a veces, sin embargo, son lo más. Anteayer escuchaba a Enrique en Sopa de poetes (encantadores, divertidísimos, hicieron que se me pasara la hora volando; por cierto, que la entrevista a Enrique, y otras muchas más, se pueden escuchar aquí) y claro, en una hora hablaron de un montón de asuntos, entre ellos de cómic y de la posibilidad incluso de que a Enrique le pudiera dar por dibujar otra vez. Y resulta que Enrique y yo tenemos ahora una cosa (que ya he dicho que no es una cosa) muy muy importante (la más) a medias y hay que ir haciéndole hueco para él (o ella) y para sus cosas. Y Enrique tiene muchas cosas (entre ellas un millón de tebeos que me han hecho muy feliz muchas veces) y yo las trato a veces como si sólo fueran cosas y no "sus cosas".


Y no sé por qué pero pensando en Enrique, en sus cosas, en sus tebeos, en el ser que está en camino, en todas nuestras cosas que serán suyas (las que quiera) y en todas esas cosas que él elegirá como suyas y que le harán temblar de emoción como al niño de la viñeta que acompaña estas líneas (que es el niño Carlos Giménez antes de ser el dibujante Carlos Giménez) y en todo eso; resumiendo, pensando en todo eso a la vez, me ha venido a la cabeza esta viñeta (que yo no recordaba así exactamente pero que sin duda era ésta) de la maravillosa (y tremenda y dura y emocionante y verdadera y terrible y hermosa y necesaria y obligatoria y... seguiría pero lo dejo) Paracuellos del citado Carlos Giménez (que parece ser que será una peli en breve). Esta viñeta y no otra; esta, que representa tan bellamente la emoción de lo que uno siente como propio, de lo que a uno le hace feliz, de lo que a uno le construye y le hace ser uno mismo y le salva y le permite escapar de la gravedad del mundo, de sus aristas, de sus asperezas; esas cosas que son (y le robo un verso a Karmelo Iribarren) un leve guiño de luz hacia la sombra. Todo eso. Que, sin embargo, no dejan de ser solamente cosas.

3 comentarios:

soperos dijo...

carmen, enrique, felicidades por todas las cosas, chicos; y sobre todo por ésa, la mejor que nos pasa, la que viene.

abrazos
pepe

carmen beltrán falces dijo...

muchas gracias, compañero

un abrazo

y enhorabuena otra vez

Ediciones del 4 de Agosto dijo...

Ay
gracias
gracias