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Una mención especial merece, en esta ocasión, la sopa de piedra, que he probado varias veces , y de la que me siento obligado a añadir la receta: de un sitio adecuado, donde el mar esté limpio y no sea muy profundo, coger dos o tres pedruscos, ni demasiado grandes, ni muy pequeños, que estén ya ennegrecidos por su larga permanencia en el agua, si es posible con cavidades en las que a veces habita un cangrejito. Cocerlos durante mucho tiempo en una olla, en agua dulce o, aún mejor, en agua de lluvia, hasta que se desprenda todo lo que los recubre por fuera y por dentro. Al final se le puede añadir una hojita de laurel, una ramita de tomillo, una cucharada de vinagre y otra de aceite de oliva. Si se han elegido las piedras adecuadas, que hayan permanecido mucho tiempo en el mar y se hayan impregnado de éste, no será necesario salarla. Este tipo de sopa, conocida en las islas pobres de los mares Egeo, Jónic y Adriático la preparaban los pueblos pelasgos, ilirios y liburnos. La sopa de piedra es tan antigua como la pobreza en el Mediterráneo.
1 comentario:
Hay que probarla!
Qué chulo!
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