martes, 22 de julio de 2008

cuba!



21-6-08, sábado
Mayabe nos pone un desayuno buenísimo: mango, piña, guayaba, zumo, tortilla, queso, pan, mantequilla, café... Pasamos a ver si el coche está bien y a pagar el segundo día de parqueo a "Blanquito". Vamos a una librería que vimos cerrada ayer. Pillamos mogollón de libros; entre ellos, Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, un tocho de 700 páginas que Enrique se leerá del tirón y La batalla de los intelectuales de Alfonso Sastre. Apañamos precio con un taxista para que nos lleve a ver los alrededores de Trinidad. El taxista es majísimo. Hablamos de animales y plantas, de aquí y de allá; de osos, de linces, de tiñosos, de caballos... Nos cuenta que en Cuba no hay animales salvajes porque los cubanos se los comieron todos durante el periodo especial. El taxista es campesino y nos cuenta muchísimas cosas de las cosechas, del ganado, de las peculiaridades de la tierra (rojísima), de los problemas del campo... Vamos muy a gusto y el paisaje es la bomba. Paramos en el mirador del Valle de los Ingenios (los antiguos molinos de azúcar); vamos a ver la casa y la torre de vigilancia de Manaca Iznaga, 40 metros de altura que se me antojan muy inestables. Enrique sube pero no del todo. Yo veo esos escalones de madera y me quedo abajo. A mi lado, una abuela besuquea a su nieta y la llama "mi negro prieto". La chica que cobra las entradas para subir me da un impreso explicativo. El primero y casi el único que nos dan en todo el viaje. La casa principal ahora es un restaurante y en el poblado donde vivían los esclavos viven ahora familias de cubanos con sus huertecillos, sus mecedoras, sus gatos y sus televisores. Vamos a ver la finca Guachinango, en medio de una plantación de tabaco enorme. También es un restaurante, pero conserva mobiliario antiguo y los frescos de las paredes. Hay un avispero, un par de gallos sueltos, mariposas enormes, lagartijas con la cabeza azul y un amigo del taxista. Está cogiendo guayabas y nos las ofrece. Nos cuenta que el aguacate viene tardío, que le han dado unas matas de bizcochuelo para plantar... Nos despedimos y volvemos a Trinidad. Echamos unas cervezas y entramos al Museo Romántico. El edificio es una maravilla. Comemos pasta y pizza en un restaurante con unos techos de madera blanca preciosos. Probamos la canchánchara (un cóctel que bebían los mambises y que lleva aguardiente, limón y miel). Enfrente, en la pared del bar, las fotos de los 5 de Miami con la leyenda "Volverán. La dignidad encarcelada". Vamos al Museo Nacional de la Lucha Contra los Bandidos. Subimos a la torre. Nos encanta la vista. Vemos el Caribe a lo lejos y cotilleamos los patios de las casas de los alrededores. Compramos un par de discos: uno de 5 leyendas cubanas de la música (Compay Segundo, Eliades Ochoa, Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer y Rubén González) y otro de Telmary, que nos recuerda a la cantante de Ojos de brujo. Vemos unos imanes de frigo que nos gustan mucho pero pensamos que en La Habana encontraremos los mismos (y no). Intentamos ver el altar a Yemayá (la diosa de las aguas saladas y origen de la vida en la religión yoruba) que hay en una casa, pero no está el dueño, que es el santero. A esta diosa hay que ofrendarle rosas blancas a la orilla del mar si se está enfermo o una botella de vino con dos copas. Su color es el azul. Por la ventana de la casa lo vislumbramos: pinceladas azules, olas y un rostro de mujer como dibujado por un niño sobre una pared blanca. Al volver a España, en un quiosco, veo de portada de la revista AD de arquitectura y alta decoración (es del grupo Condé Nast) una pared prácticamente igual. Es un especial sobre casas bellas de verano junto al mar. Los cubanos, para proteger su culto, asimilaron sus divinidades yorubas (los orishas) con los santos y las vírgenes cristianas. Yemayá, por ejemplo, se asimiló a la Virgen de Regla y Ochún, una especie de Venus africana, a la Caridad del Cobre que es la patrona de la isla. Aunque en realidad son dos cosas bien distintas. Lo orishas son parecidos a los dioses griegos en sus atributos, sus funciones y, sobre todo, en su promiscuidad. Así que aquí la sexualidad se vive más relajadamente. Cada uno tiene un color y muchos cubanos llevan collares de abalorios con los colores de sus santos. Al lado de la Plaza Mayor, en una casa azul pastel, se dan masajes por 6 cucs. Estamos mirando el cartel cuando aparece una señora y nos invita a que nos animemos. Yo tengo los dos tobillos hinchados, sobre todo el izquierdo, de conducir todo el rato con los pies encima del freno y del embrague. Me duelen. Me animo al masaje. Media hora larga de silencio y ventilador. Enrique me espera hablando de escritores cubanos con la señora que nos ha invitado a entrar. Vamos a descansar un rato. Salimos otra vez y echamos unas cervezas. Hoy cenamos en la casa en la que dormimos, así que volvemos para allí. Cuando nos quedan cinco minutos para llegar, un perrillo callejero con muy mal aspecto se prenda de mi persona. Me sigue. Me paro y se para. Ando y anda. Le miro y se sienta. Me pone un poco nerviosa. El tema me recuerda un poco a la experiencia comunicativa que tuve con una oveja en la Viniegra de Arriba (yo la miraba por la ventana y ella a mí también; me iba y balaba; me asomaba, me miraba y se callaba; me iba y balaba, y así hasta que nos aburrimos). Enrique le dice que se vaya y el perro ni puto caso. La gente que está en las puertas de las casas lo llama para que se vaya y el perro ni puto caso. Le digo a Enrique que me lleve a borriquito y pierdo una chancla. El perrillo salta y cuando Enrique va a recogerla le enseña el colmillo. El jodido de él sólo quiere jugar conmigo. Hago el ridículo en la calle Frank País de Trinidad. Cuando llegamos a casa el perrillo se sienta en la puerta a esperarnos. Mayabe nos pone una cena tremenda: sopa de pescado, yuca con mojo, ensalada, arroz con frijoles y pargo caribeño a la plancha. La historia del perrillo me ha encogido el estómago y apenas puedo comer. Me jode horrores. Acabamos y nos echamos una cerveza tranquilos en las mecedoras de la terraza. Fumamos y tomamos la brisa. A lo lejos hay tormenta eléctrica. Mañana vamos a la playa.




1 comentario:

Ediciones del 4 de Agosto dijo...

Joder... ¡Te acuerdas de todo!