Sólo las cosas que se pagan son auténticas, si se pagan con la inteligencia y el dolor. Y yo ahora sólo pagaba a través de los bancos. No había sentimiento, convicción o idea por la cual no me pidieran otra cosa que una firma en un cheque. O en un cuadro, porque lo que da valor a un cuadro es la firma, exactamente igual que sobre un cheque. (Algún día haré una exposición de telas sólo con mi firma, para venderlas a precios más bien altos; y sugeriré al marchante esta frase publicitaria: "Píntalo tú mismo, un gran pintor ya te lo ha firmado") También del dolor ajeno (la enfermedad, la miseria, la desgracia que caía sobre personas que conocía o que, sin conocerlas, acudían a mí; la guerra en la que ardían o la opresión bajo la cual gemían pueblos enteros) me liberaba con una firma, porque bastaba ésta para que inmediatamente se desvanecieran las imágenes. Me había liberado así de muchas cosas; de demasiadas para que no me sintiera, en aquel momento, lejos de la verdad de la vida...
(...)
1 comentario:
Estimada bloguera:
Cuando leí el libro de Sciascia me llamó la atención ese fragmento que dice:
"Prescindamos de la adolescencia y de la juventud, pero un hombre es lo que los diez primeros años de su vida han hecho de él, y nada sabremos de él si no sabemos de sus diez primeros años."
Aún reconociendo que esto no tiene por qué ser siempre así, creo que tiene mucho sentido esta afirmación y que, en la mayoría de los casos, se aproxima bastante a la realidad.
Un saludo cordial
BC
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