martes, 5 de octubre de 2010

un poema de ángel gonzález*




Para que yo me llame Ángel González


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...



*el retrato del poeta lo he sacado de aquí, del blog de otro estupendo poeta que también se llama ángel gonzález

2 comentarios:

Aitor Cuervo Taboada dijo...

Grandérrimo Ángel González, que tan viuditos nos dejó, este poema que has elegido Carmen es junto a la "Canción de invierno y de verano" lo que más me gusta del asturiano.

Como le cantó Sabina en "Vinagre y Rosas".

"Viva el derroche, muera el dinero".

Saludos :)

carmen beltrán falces dijo...

ahí, ahí :)

muchas gracias por pasarte por aquí