jueves, 27 de noviembre de 2008

un poema de cristina peri rossi

Después

Y ahora se inicia

la pequeña vida

del sobreviviente de la catástrofe del amor:

Hola, perros pequeños,

hola, vagabundos,

hola, autobuses y transeúntes.

Soy una niña de pecho

acabo de nacer

del terrible parto del amor.
Ya no amo.
Ahora puedo ejercer en el mundo

inscribirme en él

soy una pieza más del engranaje.

Ya no estoy loca.

martes, 25 de noviembre de 2008

paul celan se pregunta...

Una hoja sin árbol

Una hoja, sin arbol
para Bertold Brecht:


¿Qué tiempo es éste
en el que una conversación
es casi un crimen
porque incluye
tantas cosas explícitas?

martes, 18 de noviembre de 2008

posible respuesta al anterior post

Lo que importaba era una posibilidad de evasión, un salto fuera del implacable rito, una loca carrera que ofreciese todas las vías de esperanza. Por supuesto, la esperanza era ser abatido en la esquina de una calle, en plena huida, de un tiro al vuelo. Pero, considerándolo bien, nada me permitía ese lujo, todo me lo negaba, y volvía a ser presa de la mecánica.


Albert Camus en El Extranjero

lunes, 10 de noviembre de 2008

condenados héroes

Sigo con atención la vida de los héroes modernos (independientemente de las consideraciones de cada cual, existe una definición de ese término y hay seres que encajan en ella) . Especialmente la de dos de ellos, amenazados de muerte. Una ya murió (Benazir Bhutto). Espero que el otro no corra la misma suerte.

Tengo varias alertas de noticas en el google; una sobre mi persona, otra sobre nuestra asociación y editorial y otra sobre Roberto Saviano. Le sigo la pista porque temo por su vida. Aunque en realidad no me toque, no me roce, siento que en otro contexto podría ser la mía.

No lo conozco ni lo conoceré. Jamás me dará fuego con una sonrisa mientras se frota las manos por el frío, ni me alcanzará unas pipas en la mesa en la que compartimos unas cervezas. Nunca. Ni me llamará por teléfono, sea para hablar durante una hora para contarme sus planes y aconsejarme que haga natación, sea para hacerlo durante apenas un minuto para quedar esa misma tarde. Ni tampoco se apoyará en mi hombro para sacarse una piedrecita del zapato o para no doblarse de la risa ante la ocurrencia de un tercero. Ni tendrá que perdonarme algún feo que le haga. Él dice que añora esas cotidianidades. Sólo tiene dos años más que yo. Tanta soledad como dinero y tantos problemas como éxito. Y como todos los dramas, el suyo va indisolublemente unido a su lugar de nacimiento.

El ser humano inquieto, el que siente que posee una misión con la que dar sentido a su vida y que vive (casi podríamos decir "sobrevive") sin cumplirla, anónimamente, regalaría sin dudar años de su existencia (por no decir su existencia entera) por sentirse un héroe, por realizar esa hazaña que entiende es su destino. Los héroes perseguidos pierden su vida trantando de llevarla de la manera más normal posible.

Me pregunto dónde se encuentra el término medio. Es más, me pregunto si existe para ese tipo de seres ese término o si la inquietud, se viva como se viva, es en sí misma una condena (me respondo en seguida que es así). Me pregunto qué sentido tiene pretender proyectarse más allá de la propia vida hasta jugársela. Me pregunto por qué si, al fin y el cabo, es lo único que tenemos, la única certeza. También me pregunto qué sentido tiene la vida de una persona que tiene algo que le quema por dentro y que no encuentra el modo de aliviarse. Sinceramente, no tengo ni puñetera idea de qué puede ser menos malo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

un poema de ángela figuera aymerich

CULPA Si un niño agoniza, poco a poco, en silencio, con el vientre abombado y la cara de greda. Si un bello adolescente se suicida una noche tan sólo porque el alma le pesa demasiado. Si una madre maldice soplando las cenizas. Si un soldado cansado se orina en una iglesia a los pies de una Virgen degollada, sin Hijo. Si un sabio halla la fórmula que aniquile de un golpe dos millones de hombres del color elegido. Si las hembras rehuyen el parir. Si los viejos a hurtadillas codician a los guapos muchachos. Si los lobos consiguen mantenerse robustos consumiendo la sangre que la tierra no empapa. Si la cárcel, si el miedo, si la tisis, si el hambre. Es terrible, terrible. Pero yo, ¿qué he de hacerle? Yo no tengo la culpa. Ni tú, amigo, tampoco. Somos gente honrada. Hasta vamos a misa. Trabajamos. Dormimos. Y así vamos tirando. Además, ya es sabido. Dios dispone las cosas. Y nos vamos al cine. O a tomar un tranvía.